lunes, 5 de noviembre de 2012

American Horror Story Asylum y el miedo de matrícula de honor

 
Escribo el siguiente texto recluido en mi habitación sin dejar entrar a mi esposa, cubierto con el edredón polar, atrancando la puerta con el peso de mi cuerpo, atiborrándome de Tranquimacines y Sumiales, dudando de todo el mundo, dudando de la misma realidad. Creía que lo tenía superado pero parece ser que no; estaba convencido de que su primera temporada no había hecho mella en mí, y sin embargo miro las paredes del cuarto que me encarcela y temo por mi vida. De pronto suena en mi cabeza esa música, esa repetición de sonidos que uno querría olvidar, de chirridos que enferman, esa sintonía aderezada por una consecución de imágenes que ahora son otras pero que hielan la sangre con igual efectividad. Ya es un hecho, la brillante American Horror Story ha vuelto a la pequeña pantalla.
 
Todo ha cambiado: tramas, localizaciones, personajes... Se mantiene, eso sí, la capacidad de Ryan Murphy y Brad Falchuk, sus creadores, para revolucionar géneros como el misterio o el terror aposentando sus pilares en clichés ya reconocidos y disfrutados por cualquier cinéfago: un centro psiquiátrico en el que sus empleados están tan pasados de vueltas o más que los propios pacientes, abducciones extraterrestres, posesiones demoníacas con sus correspondientes exorcismos, experimentos al puro estilo del doctor Josef Menguele, todo salpicado por el morbo que añaden unas monjas que no dudan en levantar sus faldones a las primeras de cambio. Hermanas de los hábitos que tienen en Jessica Lange –adicta a la bermellona lencería– a una de sus piezas clave. Lange repite en este Asylum, segunda temporada de American Horror Story, aunque interpretando otro personaje totalmente distanciado de su anterior Constance Langdon; también está aquí Evan Peters, el que fuera su hijo en la primera encarnación del serial y que ahora se mete en la piel de Kit Walker.
 
 
Y esta clase de horror se deglute mejor con las actuaciones resolutivas de Joseph Fiennes –¿alguién puede explicarme la cancelación de Flash Forward, una de las mejores series de sci-fi del nuevo milenio?– y –sobre todo– Zachary Quinto. Este último citado ya consiguió desconcertarnos, aterrarnos y emocionarnos con su Sylar de Héroes. Aunque palabras mayores son los simples hechos de pensar y escribir el nombre y apellido del actor que encarna al mad doctor Arthur Arden: James Cromwell. Cromwell, un profesional con más de setenta y cinco filmes a sus espaldas, uno de los grandes secundarios de Hollywood, dos metros y un centímetro de credibilidad. James, a sus setenta y dos años, se personifica como uno de los auténticos dioses de Asylum, un Doc matarife que seguramente termine convirtiéndose en el papel de su vida.
 
Ya acabo mi escrito, casi con el llanto histérico por el mal que está al llegar, que me espera tras la puerta, que luce impaciente por verme encender el televisor del salón... Entonces ya no habrá muro de contención y American Horror Story Asylum se apoderará de mi cerebro, de mis sueños nocturnos una semana más, como ya hizo en 2011 su antecesora. Y si al enajenado placer del miedo le añadimos el poder ver la forma en la que acuchillan y arrancan un brazo al soseras de Adam Levine (vocal de Maroon 5), lectores y lectoras, la sensación obtenida no tiene precio.
 
por Sergio Guillén

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