Si saco a la palestra la primera etapa musical de Miguel Bosé a más de uno se le escapará una risa enfermiza, pero... ¿Acaso el vástago de Lucía Borloni no era un adivino? ¿No deberíamos subrayarlo cual el Nostradamus de 1980 por poner en las listas musicales un sencillo como “Don Diablo”? Él, mucho antes que nadie, profetizó la llegada, el aterrizaje en la televisión de esa astracanada de la curación homeopática y la videncia que es Sandro Rey. Bosé nos marcaba la profecía con sus buenas pistas a lo largo de la canción de marras.
Don Diablo que es muy cuco
Siempre sale con el truco
Del futuro colorado colorín;
Y si acaso cedes,
Usará sus mil placeres
Para ver cómo te puede
Conseguir.
No sé bien si mil placeres, pero sí es cierto que el señor Rey se enamora de su persona con cada llamada; o, mejor dicho, en los espacios en blanco entre que cuelga a una “paciente” y vuelve a sonar el teléfono. Los primeros planos en la pantalla de un Sandro puro Locomía –no, lo juro, jamás perteneció a tal aberración dance-pop, por más que he intentado hallar lazos que le incriminen–, agarrando una bola de cristal que hace girar entre sus manos, a la que acaricia con deseo, o haciéndose un abanico con las cartas de la buena fortuna, extendiéndolas ante el objetivo como el que alardea de colección nueva de cromos en un recreo infantil, es impagable.
Te agarra muy suavemente,
Te acaba en un pis pas.
No tiene moral
Y es difícil de saciar...
Te gusta y todo lo das.
Discúlpanos, Miguel, no supimos entenderte. Javier Cárdenas sólo tenía diez años cuando tú ya estabas viendo el futuro de los frikis catódicos; te tenía que haber contratado Alfonso Arús para su Al Ataque, eso está más que claro. Quién sabe, lo mismo “Super Superman” poseía una doble lectura, igual era premonitoria del caso Rumasa y de aquel José María Ruiz-Mateos disfrazado en mallas azules y calzón bermellón.
Pero no quiero desviar mi atención de Sandro, puro arte del timo esotérico. Un tahúr de los sentimientos que, como decía Bosé, “te acaba en un pis pas” –sobre todo si se da cuenta de que no le sigues el rollo o de que está metiendo hasta la rodilla al dar la buenaventura–. Él se dedica a errar una y otra vez, a lucirse místico junto a una compañera de show que hace de adlátere y traductora; es decir, cada vez que Rey se mete en un jardín con sus crípticas predicciones, allí está ella dispuesta a reinterpretar de la mejor manera posible tamañas chaladuras. En fin, ni Sandro Rey ni su acompañante “tienen moral”, pero a sus acólitos “les gusta y todo lo dan”.
Don Diablo se ha escapado,
Tú no sabes la que ha armado,
Ten cuidado, yo lo digo por si...
Esta frase de aviso abría la piecita “Don Diablo”, ya dejando claro que en algún frenopático están esperando la vuelta del escuálido Sandro Rey, ídem de bastos, espadas y copas; o, al menos, eso cantaban las girls de Miguel en los estertores del single –«ron con Coca-cola, ron con Coca-cola»– emulando en cutre a las divinas Andrews Sisters. Y hablando de música: ¿Qué hacen los músicos contratados para tocar en todos estos programas de adivinación? Me lo pregunto pues, aunque azarosos se muestran en su tarea a la hora de ejecutar nota tras nota, lo cierto es que por lo altavoces de nuestras televisiones nada se escucha de todo eso; si acaso un hilillo de teclado new age. Sin embargo, ellos están ahí, poniéndole empeño. Lo mismo se encuentran atacando el “Sólo Lo Hago En Mi Moto” de Obús, ¿qué se apuesta?
Siempre sale con el truco
Del futuro colorado colorín;
Y si acaso cedes,
Usará sus mil placeres
Para ver cómo te puede
Conseguir.
No sé bien si mil placeres, pero sí es cierto que el señor Rey se enamora de su persona con cada llamada; o, mejor dicho, en los espacios en blanco entre que cuelga a una “paciente” y vuelve a sonar el teléfono. Los primeros planos en la pantalla de un Sandro puro Locomía –no, lo juro, jamás perteneció a tal aberración dance-pop, por más que he intentado hallar lazos que le incriminen–, agarrando una bola de cristal que hace girar entre sus manos, a la que acaricia con deseo, o haciéndose un abanico con las cartas de la buena fortuna, extendiéndolas ante el objetivo como el que alardea de colección nueva de cromos en un recreo infantil, es impagable.
Te acaba en un pis pas.
No tiene moral
Y es difícil de saciar...
Te gusta y todo lo das.
Discúlpanos, Miguel, no supimos entenderte. Javier Cárdenas sólo tenía diez años cuando tú ya estabas viendo el futuro de los frikis catódicos; te tenía que haber contratado Alfonso Arús para su Al Ataque, eso está más que claro. Quién sabe, lo mismo “Super Superman” poseía una doble lectura, igual era premonitoria del caso Rumasa y de aquel José María Ruiz-Mateos disfrazado en mallas azules y calzón bermellón.
Pero no quiero desviar mi atención de Sandro, puro arte del timo esotérico. Un tahúr de los sentimientos que, como decía Bosé, “te acaba en un pis pas” –sobre todo si se da cuenta de que no le sigues el rollo o de que está metiendo hasta la rodilla al dar la buenaventura–. Él se dedica a errar una y otra vez, a lucirse místico junto a una compañera de show que hace de adlátere y traductora; es decir, cada vez que Rey se mete en un jardín con sus crípticas predicciones, allí está ella dispuesta a reinterpretar de la mejor manera posible tamañas chaladuras. En fin, ni Sandro Rey ni su acompañante “tienen moral”, pero a sus acólitos “les gusta y todo lo dan”.
Tú no sabes la que ha armado,
Ten cuidado, yo lo digo por si...
Esta frase de aviso abría la piecita “Don Diablo”, ya dejando claro que en algún frenopático están esperando la vuelta del escuálido Sandro Rey, ídem de bastos, espadas y copas; o, al menos, eso cantaban las girls de Miguel en los estertores del single –«ron con Coca-cola, ron con Coca-cola»– emulando en cutre a las divinas Andrews Sisters. Y hablando de música: ¿Qué hacen los músicos contratados para tocar en todos estos programas de adivinación? Me lo pregunto pues, aunque azarosos se muestran en su tarea a la hora de ejecutar nota tras nota, lo cierto es que por lo altavoces de nuestras televisiones nada se escucha de todo eso; si acaso un hilillo de teclado new age. Sin embargo, ellos están ahí, poniéndole empeño. Lo mismo se encuentran atacando el “Sólo Lo Hago En Mi Moto” de Obús, ¿qué se apuesta?
por Sergio Guillén
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